semana.
En mi caso tras pasar unas
semanas de locos, por fin he encontrado un momento de descanso y de tranquilidad
para reseñar este libro que he leído hace casi un mes. Se trata de La puta y
la niña que soñaron Berlín de David Vicente.
¿Cómo llegué a conocerlo? Como todo en mi vida, de una forma bastante curiosa. Hace unas cuantas semanas fui a una de las librerías más chulas que conozco. Se llama Amapolas en octubre. Se encuentra en Madrid, en pleno centro de la ciudad. Iba con una persona muy especial y mientras yo hablaba con la fundadora de esta librería, Laura Riñón Sirera, esa persona me dijo: “oye, mira, ahí tienes un libro que habla sobre Berlín”. Inmediatamente me llamó la atención el título y comencé a cotillearlo. Me gustó tanto que lo compré sin dudarlo dos veces Y diréis ¿Qué sucede con Berlín? Sucede que quiero volver a esa ciudad de la que enamoré hace dos años. Que desde que fui, muchas cosas cambiaron por dentro y siento la necesidad de volver a sentirlas. Puede parecer exagerado, no lo sé. Pero lo necesito. Y cuando vi ese librito sentí una conexión especial. Como la que tengo con esa ciudad.
Recuerdo que en ese
momento estaba a mil cosas, y no pensé que fuera a leerlo, pero sentía que me
llamaba y una tarde, lo empecé. Y lo devoré.
Antes de continuar con la
reseña, quiero mostraros el resumen del ejemplar para que os
hagáis una idea de qué trata.
Lidia es una prostituta
que trata de pasar desapercibida en el edificio donde vive. Su «rutinaria» vida
se verá trastocada cuando Aitana, su vecina de ocho años, huérfana de madre,
que pasa la mayor parte del tiempo sola, se cruza con ella en el rellano.
Un drástico
acontecimiento las obligará a huir juntas a Berlín en autocaravana, generando
entre ellas una extraña relación de dependencia según van quedando atrás los
kilómetros en la carretera.
Interesante, ¿verdad?
Como os he dicho antes,
es un ejemplar que había leído hacía tiempo y he tenido que releerlo porque se
me habían olvidado bastantes detalles.
Como siempre, me gusta
fijarme en los inicios, en las primeras frases de los libros. Y este comienza
con fuerza. Con ganas. Además, lo hace de un modo que no suele verse y me gusta
mucho: prácticamente empieza la casa por el tejado y poco a poco se va a abriendo
al lector mostrándonos de forma salteada, pero con coherencia, una trama donde
la humanidad, el dolor, la tristeza, la frustración y la esperanza se hacen
visibles.
El libro es muy cortito, no alcanza las 170 páginas. Pero es duro. Es intenso. Nos muestra una realidad cruel, que se suele invisibilizar y que muchos de nosotros, en nuestro empeño de poner parches y hacernos los locos, intentamos mantener al margen. Pero los personajes y la trama nos abofetean con fiereza. Nos hacen abrir los ojos.
La obra está escrita con
un lenguaje sencillo, directo, sin florituras. Emplea frases cortas, concisas. Al
mismo tiempo, los capítulos son bastante breves. Algunos no alcanzan las dos
páginas, pero no por ello, el lector pierde el interés en seguir leyendo, al
contrario. La trama le atrapa, le enchancha.
Y lo importante en este
libro son los personajes. No me he olvidado de ellos. Los he querido
dejar para el final para darles el valor y la importancia que merecen. Las
protagonistas de esta novela son Lidia y Aitana, la primera una
prostituta cansada de la vida y de su vida. Rota, se mueve por inercia, sin
creer en nada, en nadie, ni en sí misma. Hasta que llega una niña a su vida,
Aitana. También rota. Una niña huérfana que dará sin querer, o queriendo, un
vuelco en sus vidas. Y que para Lidia esa pequeña que siempre va con una muñeca
a cuestas será alguien que ilumine y dé sentido a su vida.
Porque a pesar de las grietas
que ambas tienen, a través de ellas pueden entrar pequeños rayos de luz y de
esperanza. Porque a pesar del dolor, de las injusticias, del miedo y de las
dudas, se puede forjar algo esperanzador para dos mujeres que se necesitan más
de lo que creen. Y por eso huyen buscando un futuro mejor. Y no será fácil y a
veces me ha costado meterme en ellas y en su mente, pero ahí sigues, leyendo,
deseando lo mejor para ambas a pesar de los vaivenes.
Termino la reseña con
una pequeña reflexión. La puta y la niña que soñaron Berlín es un libro
que te hace recapacitar sobre la forma en la que tratamos a los demás y la
huella que dejamos en ellos. A través de nuestros actos y sobre todo, con
nuestras palabras, podemos forjar a personas fuertes, seguras, confiadas y con
una buena autoestima o personas temerosas, asustadas, que se consideran
merecedoras de todos los males que les sucede en la vida.
Pienso que no somos
empáticos y David Vicente, nos muestra a través de este libro esta triste
realidad. Hacemos oídos sordos a lo que no nos interesa, a lo que no es de “nuestra
incumbencia”, pero en realidad, con pequeños gestos podemos mejorar no solo el
día, sino la vida de quienes nos rodean.
Este libro es necesario
para darnos cuenta de ello. De que en la tragedia puede haber ilusión y
esperanza. De que, en realidad, tenemos la capacidad de aliviar el dolor de
aquellos que sufren en silencio el desamparo y el abandono.
No hagamos oídos sordos.
Observemos más. Escuchemos más. Juzguemos menos.
Lectores, nos seguimos
leyendo. Feliz sábado. Un abrazo a todos.
Ediciones y precios del libro
Tapa blanda (Bala perdida, 2020,168 págs):17 €
*Si hacéis clic aquí podéis comprar un ejemplar en la página web de la editorial.
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El autor
David Vicente ha publicado las novelas Un pequeño paso para el hombre (Tagus, 2012; reeditado por VdB Ediciones, 2015), seleccionada como uno de los cinco mejores debuts literarios del año 2012 por El Cultural del diario El Mundo; Esto podría ser un gambito de dama, pero es una canción de amor (Almuzara, 2016); Isbrük (Pre-Textos, 2017), galardonada con el XLVIII Premio Internacional de Novela Corta Ciudad de Barbastro; y el libro de relatos El sonido de los sapos (Tagus, 2013; reeditado por Inventa Editores, 2016).
Además es autor de la
obra de teatro infantil en edición bilingüe La hormiga que quiso ser
persona (Inventa Editores, 2017) y el ensayo sobre escritura
creativa, El arte de escribir (Almuzara, 2017).
Se ha encargado de la
dirección y la puesta en escena de la adaptación teatral de Isbrük y
próximamente llevará a los escenarios su texto La traductora italiana.
Actualmente dirige la
escuela creativa La Posada de Hojalata e imparte talleres de escritura
creativa para diversas instituciones.
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