¡Muy buenas tardes a todos! Hoy ha sido un dia muy curioso. De repente estando en casa me ha venido a la mente un artículo científico que escribí en el año 2015 con la intención de presentarme a un concurso convocado por la Escuela de Escritura Fuentetaja y la revista Muy Interesante. El premio, si no recuerdo mal, era una compensación económica y que dicho artículo sería publicado en esa revista. Recuerdo que había cuatro categorías diferentes y que yo, estudiante hace tiempo de Ciencias Ambientales, decidí decantarme por el sector ambiental. El premio en dicha categoría quedó desierto, pero me quedo con los multiples comentarios alabando mi escrito. Hoy me atrevo a hacerlo público 3 años después, con cierto rubor y muchos nervios ¡Espero que os guste!
La extensión de las regiones áridas y semiáridas se ha multiplicado en los últimos 20 años de tal modo, que en la actualidad casi cubren dos tercios de la superficie terrestre.
La extensión de las regiones áridas y semiáridas se ha multiplicado en los últimos 20 años de tal modo, que en la actualidad casi cubren dos tercios de la superficie terrestre.
Este incremento acarrea unas consecuencias desastrosas para los más de 3 millones de habitantes que viven en estas zonas, llevando a cabo éxodos masivos a zonas templadas; sufriendo hambrunas y epidemias, con el consiguiente aumento de la mortalidad; además de sobreexplotar recursos naturales tales como el agua o sus suelos. A la vez, el incremento masivo de la población (esta cifra rondaba, en el 2048, los 9.200 millones de habitantes), no les favorece.
Para mejorar sus circunstancias, un equipo de científicos americano, asiático y europeo ha creado las semillas “Esperanza”, es decir, unas semillas con un sistema mixto de adaptación y resistencia a estas regiones que une ingeniería genética con inoculación bacteriana.
La mezcla de ambos sistemas da múltiples beneficios para la productividad de estas semillas. Son bien conocidos los beneficios que la inoculación bacteriana provoca en las semillas de gramíneas, tales como avena, trigo o cebada, y de leguminosas, como la soja: mejora la fijación de N2, aumenta el sistema radicular en gramíneas, incrementa el rendimiento agrícola y aporta un excelente abono orgánico.
Lo novedoso se encuentra en la modificación genética de dichas semillas. Esta modificación se ha realizado con el fin de que esta planta no sufra por las condiciones adversas del clima árido (estrés hídrico, escasas precipitaciones y elevadas temperaturas) así como por la improductividad de sus suelos, ya que ambos sistemas permiten una mejora en su rendimiento. A su vez, tiene gran importancia en las gramíneas ya que éstas, con la inoculación bacteriana tenían problemas de adaptación a las sequías prolongadas, a las elevadas temperaturas y a suelos muy ácidos.
Con este sistema innovador estos problemas quedarían resueltos. Su adaptación es completa y los beneficios económicos, sociales y ambientales se generarían a corto plazo, siendo muy importantes para las numerosas personas que viven en estas extensas áreas y han visto peligrar su vida de un modo alarmante.
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