domingo, 6 de enero de 2019

“El secadero de iguanas”, de Pedro Andreu

Secadero iguanas andreu
¡Muy buenas noches, lectores! ¡Feliz Año Nuevo y Felices Reyes! ¿Qué tal se han portado con vosotros? Estoy segura de que como habéis sido tan buenos, os han traído muchos regalos y sobre todo muchos, muchos libros.

Hoy al ser un día tan especial y tener un poquito más de tiempo, voy a publicar la primera reseña de este 2019. Se trata del primer libro que he leído este año, titulado El secadero de iguanas de Pedro Andreu ¿No lo conocéis? Pues leed esta reseña que seguro que os motiva a leer la obra de este magnífico autor.

Comienzo, como siempre, por resumir brevemente la novela: un motel de carretera perdido en un desierto rocoso y asfixiante. Las tormentas de arena, las visitas de los gitanos, las leyendas de los djin, la higuera de la que cuelgan botellas de colores… Y como metáfora existencialista, los lagartos que cada solsticio de verano acuden al secadero a dejarse morir de hambre… ¿Quién da más?

martes, 1 de enero de 2019

Hagamos Navidad




Probablemente este no sea el mejor cuento de Navidad que se haya escrito. Y lo más seguro que no sea considerado como tal, pero la necesidad de escribir sobre un pensamiento que me ronda desde el comienzo de estas fiestas, es superior a mis fuerzas.

Cuando era pequeña, deseaba la llegada de las Navidades como cualquier niño: no tenía clases y sobre todo tenía la ilusión y las ganas de que llegaran esos días para ver y compartir con la familia esas fechas tan especiales. Por desgracia, el tiempo y las diferencias familiares hicieron que el número de personas que participaban en la mesa se redujera a 4 y es curioso ya que, a pesar de esos problemas, siempre había una llamada de teléfono, que al menos indicaba que los ausentes sí se acordaban de nosotros. A día de hoy, esas llamadas de teléfono no se realizan ya que la persona que nos unía, se fue.  Eso, junto con la soberbia y la ira, hicieron el resto. Creedme que no hay magia de la Navidad que lo solucione.

Y luego está la parte más amable de estas jornadas, que es la famosa carta a los Reyes Magos. En mi familia era la única que la escribía y redactaba 2: una se la daba a mis tíos paternos y otra a mis padres para que tuviera la posibilidad de recibir más regalos. En numerosas ocasiones escribía cosas que no me eran necesarias, pero si colaba, ¿por qué no? Me daban muchos regalos de los que pedía, otros se quedaban en el olvido y en algunas ocasiones me sorprendían. Me doy cuenta que medía la felicidad de esos días a razón del número de regalos que obtenía... Y en realidad todavía es así… Qué ilusos...

Y es que a lo largo del tiempo, si os fijáis, y a medida que somos adultos, la Navidad se ha convertido en época de compromiso familiar y en a ver quien pide más. Nos damos cuenta de que el año termina, hacemos balance de lo que no hemos realizado a lo largo del año, en lugar de pensar lo que sí hemos logrado, y vuelta a empezar. Pedimos al Año Nuevo salud, dinero y amor. Y, como no, hacemos una lista con mil intenciones nuevas y buenas de las que no haremos ni la mitad. Siempre pedimos más y más y muchas veces sin sentido.

Y aquí quiero hacer una parada. Ya está bien de pedir: “¿Qué le pido al Año Nuevo?, ¿Qué palabra le pido al Año Nuevo?”, ¿Cuál es tu propósito para el 2019?”,  leía los últimos días del 2018 en todas las redes sociales.

¿Y si en lugar de pedir, nos decidimos a dar? Yo preguntaría: “¿Qué puedes dar a este 2019? ¿Qué buena palabra esperas decir para este año? ¿Qué puedes ofrecer a los demás para hacer mejor su día a día?”

Nos pasamos media vida pidiendo, y al fin y al cabo es necesario dar algo al otro, al que está a nuestro lado, a nuestra pareja, a nuestros amigos, incluso a nuestros compañeros de trabajo. Una palabra o un gesto de cariño a tiempo, puede salvar la vida a alguien. Su autoestima. Su seguridad. Su ilusión. Hacer que todos los días de su vida sean Navidad, aunque esté en pleno agosto.  Y eso a la larga se nota. Ojalá ese fuera el verdadero espíritu de la Navidad. Sincero. Bueno. Generoso de corazón. No de postureo.

Parece que solo nacen las buenas intenciones y las buenas palabras en estas fechas, y cuando terminan, “si te he visto, no me acuerdo”. Pensemos que estamos haciendo mal.

Finalizo esta breve historia. No olvidemos que la magia está en el día a día. ¿Qué estás dispuesto a hacer en este 2019?

¡Feliz Año a todos!